Consejos prácticos para meter morcilla de Burgos en Yemen
2009 / 04 / 18 - El Comercio
Lo normal es llevar una maleta con ropa y muda. Pero, algunas veces, necesitas meter en un país –o sacar de él- algo más complicado. Y pasa con frecuencia. Pasar unos carbayones de Camilo de Blas por la aduana de México. No se pueden meter alimentos en el país, pero puedes convencer al aduanero de que se trata de cerámica. Da resultado.
Hace años una de las jefas del contrabando en Algeciras era de Mieres. Sigue por allí, pero los tiempos cambiaron mucho. Ahora dan más dinero otros negocios. Sobre todo por esa costa. El problema, me comentaba, no era meter hachís en España, sino jamón en Marruecos. Por hachís en España, si te pillaba la guardia civil, podía caerte una condena pequeña. En Marruecos si te cogían con el jamón te esperaban años a la sombra. La demanda de hachís en España hace que el tráfico continúe. La de los hoteles internacionales de Marruecos ofertando jamón en las cartas de sus restaurantes consigue que el intercambio de productos ilegales mantenga la balanza de pagos entre ambos países.
A parte de la información turística detallada que se consigue a través de internet sobre un país, cuando me toca ir a un sitio poco habitual y necesito además la información humana de este lugar, sé que antes que yo habrán estado recientemente Paco Díez o Armando Orbón. Los dos son músicos y los dos viven de ello sin necesidad de estar nunca en la lista de Los 40 Principales ni insistentemente en la sección de espectáculos de los medios de comunicación.
A Paco me resulta más difícil localizarlo porque vive en Mucientes, a las afueras de Valladolid. Pero con Armando tengo más suerte últimamente porque, xixonés de nacimiento, esta última temporada lo tengo de vecino en Mieres. Y, aunque las agencias de turismo no lo saben, Mieres es el primer sitio del norte al que llega la primavera, por lo que las terrazas de mi calle peatonal están llenas de mesas y a la hora del vino, de la caña y del culete, hasta arriba de gente. Con lo que, Armando y yo, compañeros habituales de terraza, nos vemos con frecuencia cada vez que sale una ralladina de sol. Y, aunque llueva, es raro el día que no surge de pronto un momento de calma para sentarse en una terraza.
Este día atrás, entre otras cosas, salió en la conversación el problema, entre otros, de cómo meter morcilla de Burgos en Yemen. Para quién no vea mayor problema le recuerdo que la morcilla de Burgos está hecha con sangre y carne de cerdo y que el Yemen es un país musulmán. En la época de Mahoma la carne de cerdo seguía haciendo estragos entre la población consumidora por las enfermedades que trasmitía. Así que cuando escribió El Corán –por inspiración divina-, metió su prohibición como precepto a seguir por todos los musulmanes que quisieran verse en mejor vida en el paraíso. Se ve que una recomendación de hace mil cuatrocientos años puede seguir en vigor a pesar de que las condiciones higiénicas de la alimentación hayan cambiado en tanto tiempo. Si en vez de a Mahoma se hubiesen seguido las enseñanzas completas de Pitágoras, hoy no comeríamos fabes. Menos mal que sólo le hicimos caso a su teorema. Y no es que me esté metiendo ni con los islamistas ni con los pitagóricos, que aquí ya tenemos bastante con los nuestros en materia de prohibiciones.
En fin, que Armando Orbón se embarca estos próximos días en una gira de guitarra española por una serie de países tan dispares como Alemania, Estonia, Yemen y Sudán. La guitarra no está prohibida del todo en El Corán, aunque existe una pequeña cierta prohibición medianamente expresa hacia la música en general. Y en ninguna parte de La Biblia pone tampoco nada de la guitarra, pero los ortodoxos y los luteranos de aquellas latitudes también se lucieron lo suyo en prohibiciones. Con lo que, con su guitarra y su repertorio de música clásica española y latinoamericana, va a mostrar un poco de nuestra contribución a la cultura musical universal.
Pero, el problema surge porque los conciertos van acompañados de una degustación de comida y productos españoles. Para lo que lo acompañan tres cocineros de la Escuela de Hostelería del Principado de Asturies. Lo intentó con cocineros de Mieres, pero no le encontraron el punto comercial al asunto. Es el problema de ser hostelero de pueblo, que lo sacas de sus cañinas y sus pinchinos y prefieren no complicarse la vida.
El problema no aparece sólo en el Yemen. Ni te cuento en Sudán. Hasta en Estonia la vida se complica. Me muestra un email del consejero de la Embajada Española en Tallin. A partir de la lista que se le había remitido de productos necesarios para la degustación tras el concierto, comunica que en Estonia son inencontrables algunos como los siguientes: quesu Cabrales, garrapiñadas, piñones, solomillo de cerdo ibérico, picadillo, sobrasada, harina de maíz, pulpo y, como no, morcilla de Burgos.
En fin que no queda otro remedio que llevarse todas esas cosas de casa, con los consabidos problemas que dan los funcionarios de aduanas, cansados de repetir una y mil veces un listado inmenso de prohibiciones. Para algunas te salva el pellejo la etiqueta en inglés. Pero, en el caso de la morcilla de Burgos, te lo complica: Burgos spanish blood. O sea, literalmente traducido: sangre española de Burgos.