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La crisis y la sharia

2009 / 04 / 04 - El Comercio

La crisis y la sharia

En asturianu el verbo intransitivo prestar se corresponde con los castellanos gustar o agradar. El castellano prestar se traduce al asturianu como fiar. Existe además una locución extraña, echar el preste, que refiere a cerrar un trato y que llama la atención de manera particular sobre la sensación de gusto, de felicidad, que se alcanza cuando se finaliza una transacción comercial. Al menos en Asturies. Al menos en nuestro sistema consuetudinario de finanzas.

La concreción de los términos del lenguaje te ayuda a definir la forma de ser de los pueblos. Los lapones tienen cuarenta términos diferentes para definir los estados de la nieve. Se entiende que les son necesarios para el buen desarrollo de su vida cotidiana. Nuestro empleo económico del verbo fiar, que también existe en castellano, refiere tanto a la confianza que pone quien presta como al hecho de vender sin pago inmediato, ya que el dinero se abonará más adelante (como también al hecho de ceder un dinero que se abonará más tarde). Ahí se crea la categoría personal de “ser de fiar”.

Las leyes no escritas del fiar tradicional eximen de interés al préstamo. Por una razón simple: venimos de un tipo de sociedad tan pegada a la tierra, a la familia y a las relaciones de amistad, que no se permite el beneficio sobre bienes que, por el hecho de ser prestados, son excedentes. De ahí que, en un momento de crisis como el presente, cuando se refieren los expertos a sociedades en las que se encuentran aún tan arraigados los vínculos tradicionales se hable del “colchón familiar”. La familia cumple, en estos casos, la doble función de asesoría financiera y de entidad crediticia.

No estoy descubriendo nada nuevo. Todo el que es de pueblo, o que aún tiene un núcleo familiar duro vinculado a su pueblo de origen, sabe perfectamente que esto es cierto. Que la familia es un refugio en momentos de necesidad y que la familia es, igualmente, un apoyo firme para afrontar una crisis. Un sistema que se extiende en bien de casos al ámbito de amistad, cuando no al de pueblo: el término collaciu, traducido generalmente como compañero, refiere en su origen al hecho de pertenecer a la misma collación, parroquia.

Todo esto viene al caso por las noticias comentadas estas últimas semanas en la prensa económica acerca de los resultados positivos de aplicar las normas del Corán, la sharia, al mercado financiero y a sus productos. El hombre del momento en estos círculos se llama Talal Yusuf DeLorenzo. Me llamó de mano la atención su apellido. Pero, que yo sepa hasta el momento, nada tiene que ver con Asturies. Pero, basta consultar Google para descubrir que estamos ante uno de los grandes popes económicos de la actualidad.

Y, en el fondo, a nivel económico, la sharia, la ley islámica, viene a mostrarnos algo que conocemos: la prohibición a cobrar intereses en un préstamo. Cuando un banco musulmán realiza un préstamo a un cliente se crea un tipo de relación en la que la entidad proporciona el dinero y el cliente su habilidad empresarial. Al no existir la posibilidad de cobrar un interés por parte de la entidad financiera, se establece una ratio entre ambas partes sobre los beneficios. En el supuesto de que estos no existan, las pérdidas son asumidas por el banco.

Talal Yusuf DeLorenzo es el autor de A Compendium of Legal Opinions on the Operations of Islamic Banks, primera referencia en inglés sobre el empleo de fatwas que explican a los fieles devotos del Islán como enfrentarse a los instrumentos financieros del siglo XXI. El mercado está lleno de hipotecas islámicas, créditos islámicos, seguros islámicos o tarjetas de crédito islámicas. Gran Bretaña es uno de los grandes centros financieros en este sentido. Los comentaristas de la prensa económica hablan estos días de cómo, en medio del hundimiento de los mercados financieros internacionales, los productos aceptables según la sharia mantienen una posición firme y continúan en expansión.

No obstante, estos nuevos gurús de las finanzas islámicas no están exentos de críticas. El propio Talal Yusuf DeLorenzo es un converso educado en el Instituto de Massachusetts y revivido a la verdadera fe, tanto espiritual como económica, en una madraza de Karachi. Su trabajo como asesor en un sinfín de entidades financieras le reportan unos sustanciosos dividendos. Trabajo de asesoramiento al que, en los últimos años, se han venido sumando otros consejeros económicos islámicos que, por medio de un mecanismo publicitario basado en la fe del creyente –la fatwa-, sostenido en algo tan cuestionable como es la interpretación del Corán, han desarrollado una verdadera élite de asesores financieros islámicos. Sus honorarios son otra fuente permanente de crítica.

A pesar de los buenos resultados económicos, las críticas están surgiendo en el mismo seno del Islán. Una de estas voces críticas, amparada en su prestigio, es la del profesor universitario inglés Mohamed Akram Nadwi, autor de numerosos libros entre los que destacan Al-Muhaddithat: The Women Scholars in Islam por su visión sobre el papel de la mujer en la enseñanza. Sus comentarios, basados tanto en el Corán como en sus amplios conocimientos de los mercados financieros, le llevaron a afirmar que detrás de los productos financieros islámicos se esconde un mercado de intereses, algo que contradice la sharia: “queda prohibido a todo creyente cobrar o pagar riba (interés)”.

Vuelvo al principio. Regreso a Asturies. Hablo sobre el tema con un compañero musulmán. Nos alegra la coincidencia entre la sharia y nuestra ley consuetudinaria. Ambos entendemos que, en los dos casos, esta costumbre refiere a una sociedad agraria y de estructura muy tradicional. El problema surge cuando, en orden a la globalización en la que estamos sumidos, pretendemos convertir en ley general lo que no era más que una costumbre de un determinado tipo de sociedad. Un pueblo de pastores, el que creó nuestros vezos, nuestras costumbres. Un pueblo de pastores, también, el que creó la sharia. El error es de lenguaje: sharia no significa ley; significa costumbre, vezu.




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