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Tener 20 años y cantar tonada

2009 / 02 / 07 - El Comercio

Tener 20 años y cantar tonada

Llama poderosamente la atención como el cant d’estil valenciano está rozando la desaparición y, en cambio, l’asturianada se renueva generación tras generación. Es una pregunta obligada en cualquier congreso de musicología relacionado con el tema. Los cantos libres están desapareciendo arrasados por la canción rítmica. Como si esto fuera algo a lo que se está abocado. Cuando, lo cierto es que ambos convivieron y lo siguen haciendo con total naturalidad en lugares como Asturies. Y alrededores: no olvidemos el impresionante auge que está teniendo la tonada montañesa. Ni tampoco los serios intentos de voces gallegas de seguir incorporando a sus repertorio los hermosos alalás.

La pregunta llega a los encuentros de gestores técnicos de cultura. En Valencia el éxito del cant d’estil sigue siendo impresionante. Se programa un pequeño encuentro en cualquier auditorio y el llenazo es impresionante. Se conoce a los escasos cantantes. Se vitorean sus interpretaciones. El comentario es idéntico por parte de los responsables de una Institución como Príncipe de Viana, que cumple para Navarra las funciones de nuestra Consejería de Cultura. Programar jota, un encuentro de joteros, es apostar por el éxito seguro. Cada vez que se da una reunión de técnicos con responsables de cultura de ayuntamientos, las peticiones se dirigen fundamentalmente en materia de programación a la jota.

La única diferencia –la gran diferencia, podría decirse- es que buena parte de estos cantos están desapareciendo reducidos a música de un gheto. Refugiados en el reducido espacio del final de la tercera edad y de la cuarta plena. Un fenómeno del que tampoco se libra la canción asturiana. No hay más que ver la edad del público asistente a muchos de los concursos y muestras de tonada. Un comentario que también nos llega a las reuniones de gestión. No hay ciudad o villa que se precie que no cuente con una muestra o concurso de este tipo. Con un problema añadido: la pasión por el gheto es evidente. Organizadores cada vez más avanzados en años tienden a programar actividades para un colectivo cercano a su edad. Es el primer paso hacia la desmoralización. Los comentarios se suceden: somos la última generación que asistiremos a admirar esta grandeza. Algo que llevan pregonando los últimos cincuenta o sesenta años.

Y, para sorpresa de algunos, siempre ocurre que una voz de la quinta de los veinte años de manera periódica acaba ganando. Esta voz en este momento se llama Marisa Valle Roso. Tiene 21. Acaba de ganar en estos últimos dos años todos los principales premios de todos los concursos. Junto a su hermano Fernando son los reyes de las actuaciones en directo en las muestras renovando el género de las canciones dialogadas y a dos voces.

No se trata de un caso aislado. Antes de Marisa y de Fernando estuvieron María Sánchez Blanco, Bibiana Sánchez, Anabel Santiago, Lorena Corripio, María José García o Liliana Castañón. Por sólo citar gente que continúan siendo grandes voces ganadoras de mujer y que dudo que lleguen a la treintena. Este sábado pasado todas ellas llegaron a la fase final del Concurso Cuenca del Caudal. Marisa se alzó con el primer premio. La más joven. Pero Liliana Castañón consiguió el premio a la mejor Tonada de Autor.

Esta nueva generación se atreve con muchas más cosas que las generaciones que les precedieron. Diamantina Rodríguez cantó al piano y El Presi a la guitarra. Tras su estela siguieron varias generaciones de seguidores y aún hoy los podemos seguir viendo sobre los escenarios. José Antonio González es raro que no dedique alguna canción en sus actuaciones a la memoria de El Presi. Mariluz Cristobal tiene discos con decenas de instrumentos. Anabel Santiago acaba de reeditar su CD dedicado a Diamantina Rodríguez. Pero, sobre el escenario y en sus grabaciones personales, diferentes intérpretes de esta nueva generación se saltan los rígidos cánones establecidos por unos puristas que sólo admiran la imitación de las voces clásicas y vienen protagonizando a lo largo de los últimos diez años una verdadera revolución.

Anabel Santiago es la voz más emblemática. Pero, hasta tal extremo llegan los supuestos puristas a aborrecer su estilo libre que el año pasado censuraron una canción suya en la final de la Muestra Ciudad de Uviéu. En el año 2008. Estas cosas también pasan. Lo que no hace más que darles alas. Liliana Castañón se atrevió con banda de jazz. María Sánchez incorporó teclados festivos a sus canciones. Los Hermanos Valle Roso están presentando estos días un trabajo impresionante en el que participan músicos de todos los ámbitos.

Es este espíritu libre el que hace que l’asturianada reviva cada nueva generación. Ese grito al altu la lleva el que llama poderosamente la atención a los jóvenes generación tras generación. Como el grito desgarrado del alma del flamenco. Como el lamento profundo del fado.

Lo comento siempre en las reuniones de gestión y también en las de músicos: los cantantes de tonada son los únicos que cuentan con un mercado, un público y un cierto grado de profesionalización. Es un asunto de marketing: un producto que responde a profesionales y que sabe a que público se dirige, tiene mercado seguro.

Los músicos de folk o de rock de este país andan de capa caída. Nadie los atiende. Nadie los escucha. No venden un concierto y menos un disco. La respuesta es evidente: no han sabido crear mercado.




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