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La cama de Vanessa

2009 / 01 / 26 - El Comercio

La cama de Vanessa

Tras leer el artículo de la semana pasada en que hablaba de cómo entre 1000 lugares del mundo que visitar antes de morir, según el suplemento del New York Times, y donde no aparecía ninguno de Asturies, un amigo recién llegado de cruzar el Tibet chino, el Nepal independiente y el norte de la India en bicicleta, redundaba en lo mismo haciéndome ver como en todas partes de su viaje le preguntaban de dónde era y a la respuesta de asturiano nadie fue capaz de ubicar el lugar –algo que también le ocurrió con bastante frecuencia cuando a continuación señalaba que español.

No se trata sólo del desconocimiento geográfico. Ocurre lo mismo con los supuestos símbolos de nuestra cultura: ningún arquitecto, ningún pintor, ningún poeta… por cierto, tampoco ningún político. A lo que me corrige rápidamente mi amigo diciendo que, al menos, en Jaleswar, a escasos kilómetros de la frontera con la India, en un pequeño hotel alguien reconoció la pequeña bandera azul con la cruz de la Victoria en amarillo que llevaba en el cuadro de la bicicleta y la asoció inmediatamente a Fernando Alonso.

Tomo el café con Jesús Fernández, bibliotecario del Atenéu de Turón, que regresa estos días atrás de participar en el Congreso Internacional de Bibliotecarios que se celebró en el marco de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (México). Me comenta que en el avión de regreso vino leyendo La cama, la novela recién publicada de la autora mierense Vanessa Gutiérrez. Escrita en asturiano.

Para esta cultura asturiana carente de símbolos y para nuestros políticos asturianos carentes de referentes propios tiene que resultar absolutamente esquizofrénico que las dos mejores novelas publicadas en Asturies en el año 2008 estén escritas en asturiano. Recordemos lo evidente: un lengua no oficial. Algo que, en periodos de crisis como el presente se hace más manifiesto cuando desde el gobierno de Madrid se dice que las autonomías con lengua propia recibirán un mejor tratamiento presupuestario. Algo que, como contribuyentes asturianos, advertimos sobremanera cuando nos damos cuenta que con nuestros impuestos estamos pagando el español de todo el estado, el gallego de Galicia, el catalán de Cataluña, Valencia, Islas Baleares y la franja de Aragón, el aranés del Valle de Arán, el vasco de Navarra y el País Vasco y el tamazig de los rifeños de Ceuta y Melilla. Además de, como no podía ser menos, estar pagando el asturianu de Asturies –sin que a ello contribuyan por su parte ni gallegos, catalanes, vascos o segovianos.

Hay algo más allá de que sea cierto que La cama de Vanessa Gutiérrez sea una de las dos mejores novelas escritas en Asturies en el año 2008: ¿alguien escribió desde Asturies una novela en castellano en estos últimos años que haya podido tener una especial trascendencia dentro de la literatura castellana? La pregunta, además de capciosa, es sarcástica. Capciosa porque con ella estoy arrancando una respuesta comprometida a quién la emita y, sea una u otra, siempre favoreciéndome a mí que la formulo. Sarcástica porque, sea una u otra, no va a dejar de ser patética, ni dejar de permitirme esbozar una sonrisa.

No voy a dar, de todas formas, ninguna clave de por qué esta novela es de lo mejor escrito del año. La razón es simple: el que no la haya leído, dudará de mi palabra (seguro que por mi vehemencia); y el que lo haya hecho no tendrá ninguna necesidad de mi opinión. Pero sí voy a animar a leerla. La trama del libro, que trata de problemas personales alrededor de una saga femenina familiar, tiene una lectura identitaria, más allá del hecho de que por la utilización de la lengua asturiana esto sea evidente. Más adelante, en su traducción al castellano o a cualquier otra lengua del entorno, este carácter identitario quedará circunscrito a los propios personajes. Pero evidenciará, una vez más, que la buena literatura en Asturies se continúa haciendo desde una lengua que vive a espaldas del poder político y cuyos mayores valedores son sus propios escritores.

No se trata de un caso aislado. Para estos primeros meses de 2009 vamos a contar con la traducción al castellano de La hestoria tapecida de Xuan Bello –la otra gran novela del 2008 junto con La cama-. En su momento La hestoria universal de Paniceiros, vio primero la luz en castellano para acabar convirtiéndose en la referencia obligada de la literatura asturiana, por el simple hecho de no encontrar editor que se arriesgara a editar la versión original en asturiano. Ahora, cuando salga la nueva La historia escondida, tendremos la suerte de haber podido leer el original; pero, de nuevo, solamente desde su traducción, los suplementos de cultura de toda la prensa de España volverán a insistirnos en que nos encontramos delante de un autor impresionante.

Quizá Jesús Fernández sea un buen ejemplo de la situación de nuestra literatura y, en general, de toda nuestra cultura. Bibliotecario varias veces premiado por su labor y bien considerado entre el gremio de escritores por su trabajo, es el responsable de la revista Biblioasturias, única en su género en nuestra comunidad para acercar la literatura y sus autores a los lectores públicos. Pero, también, bibliotecario que solamente pudo asistir al Congreso Internacional de Bibliotecarios de México pidiendo una excedencia personal ya que no le fue concedido permiso de asistencia en su trabajo. No se trata, pues, de un desprecio a una lengua y a sus escritores. Los problemas son más profundos. Y una forma de poder afrontarlos es leyendo, en su versión original, historias como la que nos cuenta Vanessa Gutiérrez. Nuestras historias.




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