2009
2009 / 01 / 02 - La Nueva España
Primeros de año. Flota en el aire un extraño espíritu propicio al cambio. Para dejar de fumar. Para matricularse en Pilates. Para volver a inglés. Lo que sea. Todos nos planteamos empezar algo. Sin definir qué. Algo.
Para que ese espíritu de cambio se renueve cada año no hay nada mejor que acabar el año volviendo a los orígenes. Yo, por ejemplo, a Santa Marina. Con amigos del tiempo de la escuelina y de la primer pandilla. Pueden no ser muchas las posibilidades que tenemos luego de vernos a lo largo del año. Pero esta noche es nuestra y sabemos disfrutar de ella.
Son días también en que te encuentras por la calle a amigos de hace años. Los que poco más que vuelven a casa por Navidad. Te paras un momento. Regresas de nuevo atrás. A aquel tiempo en que éramos jóvenes y felices. La juventud era una Navidad continua. Llena de ganas. Llena de deseos. Que ahora sólo renovamos en estos días.
Empezamos la tarde-noche con una copa en La Fontana. Seguimos con otra en Las Vegas con miembros del Poliar Golf-Eating Club. Ellas: traje de noche. Ellos: traje y corbata (o tarabica). Mieres siempre tuvo un punto fashion-last-night. La siguiente, de terraza entre el Vendevinos y el Entrecopas. Estamos a doce grados. Besos y abrazos. Cena y uvas. Champán y cacharros. Más besos y abrazos. Y cantos patrióticos.
Hablo con un amigo de los que lleva poco fuera: Laudelino Vázquez. Echo de menos su columna en este periódico. Nos contamos chistes y anécdotas de políticos municipales. Es un ayuntamiento pequeño. Pero da para muchos.
Yo, le cuento una anécdota histórica a modo de parábola. La del rey Luis Felipe I, duque de Orleans, que tuvo que abdicar por inepto y exiliarse a Francia. La tarde en que el rey se iba al exilio, le dio las gracias al palafranero que le cerró la puerta del carruaje:
-Gracias –le dijo Luis Felipe.
-Quien debe dar las gracias soy yo –respondió el criado-: Llevo dieciocho años esperando este momento.
A Laudelino y a mí, como buenos palafraneros municipales, nos ha tocado despedir a unos cuantos políticos. Y sabemos esperar sentados. Sobre todo por algunos a los que tenemos ganas de dar las gracias. Especiales.
No hay nada como el año nuevo para renovar los buenos deseos. Para todo el año.