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Gitanos, negros, catalanes y maoríes en Laboral Ciudad de la Cultura

2008 / 12 / 27 - El Comercio

Gitanos, negros, catalanes y maoríes en Laboral Ciudad de la Cultura

Este pasado viernes 12, Sylvie Durán Salvatierra nos habló de su experiencia con la minoría garífuna de Costa Rica. En realidad vino a hablar de redes de participación general. El marco era el I Encuentro de Gestión Cultural. El lugar, el paraninfo de Laboral Ciudad de la Cultura.

Como conocía previamente su trabajo “El tercer sector en la cultura: redes, asociaciones, organizaciones”, fueron algunos de sus ejemplos, como el citado de los garífunas, los que me llevaron a reflexionar sobre este Encuentro. Algo que se pretendía, como se desprende del propio folleto donde dice “busca ser un espacio para la reflexión teórica, ética, política y práctica sobre diferentes aspectos candentes en el panorama actual de la gestión cultural”.

Lo garífunas, una minoría negra extendida por países de Centroamérica, han visto en el año 2001 como la UNESCO incluía en su listado de Patrimonio Inmaterial de la Humanidad su lengua, su danza y su música. Desde entonces he procurado no perderme algunas de sus manifestaciones. En buena medida, la red de redes que es internet me permite muchas veces hacer estas cosas hace quince años impensables.

El concepto de multiculturalidad, del que llevamos poco tiempo hablando en España, está muy presente en países como Costa Rica, de donde proviene la citada Sylvie Durán. Un país blanco donde la minoría indígena, china o negra sólo gozó de derechos en fechas muy recientes. Es muy explicativo de esta situación el libro “El negro en Costa Rica” (1972), de Quince Ducan y Carlos Meléndez, donde se recoge, por ejemplo, la carta enviada al Congreso firmada por 543 habitantes blancos de la ciudad de Limón:

"Queremos referirnos especialmente al problema negro, que es de trascendental importancia, porque constituye en la provincia de Limón una situación de privilegio para esa raza y de inferioridad manifiesta para la raza blanca a que pertenecemos”.

En este mismo Encuentro, el día anterior había intervenido Germán Rey, que nos trajo su experiencia colombiana y donde, como en el caso anterior, también habló del respeto a las minorías culturales y a la riqueza lingüística de su país, donde el castellano es la lengua mayoritaria de comunicación.

Algo que volvió a ocurrir con el ponente Alfons Martinell, viejo conocido de muchos de los presentes al haber sido profesor del Posgrado en Gestión Cultural y Territorio impartido por la Universidad de Oviedo a primeros de los noventa. Un teórico de la gestión cultural, pero que sabe de qué habla cuando lo hace de su lengua, de su cultura y de su tierra.

Nos sabemos pertenecientes, a la vez, a una cultura de un tiempo y a una cultura de un lugar. Cada vez más vivimos un tiempo común, pero el lugar continúa teniendo su presencia. La cultura del tiempo nos une al mundo, la cultura del lugar al que pertenecemos nos hace conservar nuestra identidad. Escribí sobre esto en este periódico después de una visita a Malmö, en Suecia.

Malmö es la capital de la provincia sureña de Skäne. Como quiera que esta región fue danesa hace más de trescientos años y que Suecia más que grande es alargada, los habitantes de Skäne refuerzan sus rasgos identitarios de los de Suecia en general, en especial el hecho de tener legua propia, que no es oficial, hermana del danés y complicada de entender para el resto de habitantes del país, que ya reconocen a los naturales de Skäne simplemente por su acento.

Con todo y que esta identidad es tan manifiesta, un sinfín de partidos nacionalistas reivindican esta identidad, pero con nula presencia de escaños en el parlamento. No obstante, más allá de su cultura común del tiempo, bastante similar a la mía, y de su cultura de un lugar –referida de manera institucional a la patria Suecia-, la identidad de los habitantes de Skäne sigue siendo manifiesta.

Aunque mi ejemplo identitario es sueco, podría poner alguno más cercano. Sylvie Durán podría referir a la arraigada identidad de la población negra de la costa atlántica de Costa Rica. German Rey, de hecho, nos habló de la lengua de los rom, los gitanos colombianos. Alfons Martinell podría haberlo hecho de Cataluña y, aunque sólo en breves pinceladas, lo hizo.

Pero nadie lo hizo de Asturies. Algo que evidenciaba el propio título: I Encuentro de Gestión Cultural. En Cataluña, por una simple cuestión de cultura –además de otra más simple de educación- nunca iría el título exclusivamente en castellano. Porque si el Encuentro quiere ser fiel reflejo de la cultura del tiempo, la lengua de este tiempo no es el español. Y si lo quiere ser del lugar, como ocurriría en Cataluña, tampoco podría ser, de manera exclusiva, el español.

Con todo, bienvenida sea la iniciativa de este I Encuentro, porque siempre los de este tipo acaban sirviendo para más cosas que las que plantea el programa. Un ejemplo simple: Blanca Calvo, en medio de una mesa redonda un poco desmadejada, habló del tema de redes asociado a bibliotecas. En el mínimo turno de palabras habló alguien entre el público del funcionamiento en red de las bibliotecas del concejo que nos acogía. Era un diálogo de sordos. Poco o nada tenía que ver lo planteado hasta entonces, tanto por Sylvie Durán como por Blanca Calvo. Pero fue suficiente como para que, poco después, de tertulia ante el café habláramos de esas otras experiencias que existen y que no vemos reflejadas en el modelo asturiano. Salió a relucir, como no podía ser menos, el trabajo de la Biblioteca Nacional de Nueva Zelanda y en concreto su compromiso de ser un contexto para la diversidad: el hecho de ser un reflejo de la comunidad que representa.

Y, claro, Nueva Zelanda nos queda muy cerca. A veces más cerca que Xixón. Sobre todo cuando somos gitanos colombianos, negros garífunas, catalanes españoles o maoríes asturianos en nuestra propia tierra.




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