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Cuando cuento una historia como ésta

2008 / 11 / 29 - El Comercio

Cuando cuento una historia como ésta

Cuando cuento una historia como ésta me gusta empezar con Gustavo Dudamel. En esta ocasión, dirigiendo a la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar, máximo exponente del Sistema Nacional de Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela, Premio Príncipe de Asturias de las Artes 2008.

Este organismo venezolano está compuesto en el presente por 120 orquestas juveniles y 60 infantiles, y comenzó su andadura en 1975. Internacionalmente se dio a conocer este proyecto con la actuación de la Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil en 1995 en el Kennedy Center de Washington. La impresionante calidad artística de sus miembros llevó a las orquestas del sistema venezolano a actuar por todo el mundo y a ser dirigidos por algunos de los más prestigiosos directores del mundo, como Claudio Abadon, Zubin Mehta, Simon Rattle o el citado Gustavo Dudamel, formado dentro de este mismo sistema.

Cuando cuento una historia como ésta, tan positiva para su país, tan magnífica para sus componentes, no puedo menos que sentir una especie de envidia sana. Venezuela no queda tan lejos como para no conocer este modelo desde hace años. El Premio Príncipe de Asturias no deja de ser anecdótico. Su trabajo se mide en el día a día de cada ciudad y barrio venezolano donde se asientan cada una de estas orquestas. Con todo, al lado de otros Premios tan mediáticos como Google, Ingrid Betancourt o Rafael Nadal, no deja de agradecerse que se hayan acordado del esfuerzo sobrehumano que representa sacar adelante un proyecto así en el lugar en que se gesta.

Cuando cuento una historia como ésta no puedo olvidar que vivo en el país que concede los Premios Príncipe de Asturias y que, hace más o menos quince años, un grupo de personas tuvieron el sueño de sacar adelante un proyecto relacionado con la enseñanza de la música. Una de aquellas personas es el actual director del Orfeón de Mieres, Vicente Sánchez, que nos acaba de regalar una pequeña recopilación de canciones compuestas por él bajo el título de “Cancioneru. Lírica d’ayeri y de güei. 30 nueves canciones d’Asturies”. Otra de aquellas personas es Ángel Luis García, al que tengo más perdido de vista, por el simple hecho de que él es de la Cuenca del Nalón y yo del Caudal y entre ambas cuencas sigue habiendo barreras insalvables de comunicación. Y había más, que no recuerdo su nombre, pero me queda la memoria de su esfuerzo.

De alguna manera el resultado de aquel esfuerzo se corresponde directamente con el hecho de que en la actualidad estén estudiando en Asturies cerca de cinco mil alumnos en una red de Escuelas Municipales de Música integrada por 33 centros. Cifra ya de por sí llamativa. En los últimos quince años se estima que pasaron por sus aulas alrededor de 25000 alumnos.

Cuando cuento una historia como ésta insisto en el valor numérico y pido, a quien tenga tiempo y ganas para ello, que sume a esa cantidad el número de alumnos de los Conservatorios de Música, de las escuelas privadas y personales, de las Escuelas de Gaitas dependientes de las Bandas de Gaitas, de las escuelas propias de las Bandas de Música, de las escuelas de las diferentes formaciones corales, de los alumnos de canto lírico y canción asturiana y de los jóvenes que siguen aprendiendo en la escuela de garaje… y que sumen esta cantidad a la de miembros de las diferentes orquestas sinfónicas del Principado, de las jóvenes orquestas, de las bandas de música, de los grupos de cámara, de los solistas, de las masas corales, de las bandas de gaita, de los grupos de folk, pop, rock y todas sus variantes, de los cantantes de tonada… y cuando lo sumen todo y vean que es impresionante, recuerden que vivimos donde vivimos, en esta estrecha franja de tierra entre la cordillera y el mar, apenas habitada por un millón de personas.

Un simple dato para entender la importancia de todo ello: cada año en Asturies se producen más de cien discos de todo tipo de músicas. Es algo para nosotros tan normal que tendemos a pensar que en todas partes ocurre lo mismo. No es cierto: la Comunidad Valenciana, con cinco veces más habitantes no llega la mayor parte de los años a la mitad de esta producción. Cantabria, con la mitad de sus habitantes no alcanza la décima parte.

Cuando cuento una historia como ésta recuerdo el espíritu inicial con el que surgió aquel proyecto de Escuelas Municipales de Música y en qué quedaron muchos de sus sueños. Empezar el artículo con Gustavo Dudamel al frente de la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar no es gratuito. Este hecho forma parte de aquel sueño. Los diferentes modelos de gestión planteados en su momento a partir de los más vanguardistas se quedaron en nada. El modelo de financiación derivó en el actual de hacer que los ayuntamientos carguen con más de tres cuartas partes del presupuesto de funcionamiento, cuando no depositan buena parte de esta carga en los padres de los alumnos. El modelo de red quedó en menos que nada: en la soledad de los organigramas municipales donde los nuevos concejales de personal no saben qué hacer con este personal docente. El modelo político que lo creó desapareció con sus mentores y se quedó olvidado en un departamento del la Consejería de Educación al que siempre recortan prespuesto y que mantienen para salvar las apariencias. El modelo asociativo de reivindicación de todo este trabajo se quedó en una pequeña asociación que apenas representa a una de cada tres escuelas.

En fin, cuando cuento una historia como ésta recalco que estamos en Asturies: un país que, a pesar de todo, está incomprensiblemente dotado para salir adelante.




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