Les Cuenques de cine
2008 / 11 / 15 - El Comercio
“Cenizas del cielo”, de José Antonio Quirós, busca la sonrisa crítica a la manera de tantas películas inglesas que pusieron imágenes a la desolación que dejó tras sí, y en su tiempo, Margaret Thatcher. Pero, más allá de lo simple, descubre a través de los ojos de un escocés la grandeza de un territorio: Les Cuenques. Y, aún más, el hecho que las hace grandes: su gente.
Luego podrá gustarte o no la película. Pero, a la salida, los comentarios giran alrededor de lo mismo: esta tierra tiene algo que engancha. El escocés protagonista lo achaca a la sidra. Pero en su misma frase y en su mirada, entendemos que se da cuenta de que no es cierto. Que puede serlo, pero que lo son más cosas a la vez.
Con todo y que la imagen de Les Cuenques sigue siendo desastrosa. La película también lo refleja. A veces lo recalca. Cuando vienes de la meseta por la autopista, después de los impresionantes paisajes de Las Ubiñas, te encuentras de golpe con Pola, tras Campumanes sepultado bajo un viaducto. Algo tan impactante como cruzar la frontera del País Vasco viniendo de Francia y dándote de bruces con el espanto de lugares como Irún.
El Mieres que se advierte desde la autopista no anima a detenerse. Menos que nunca ahora que con el desvío a Xixón por La Minera saltas por encima del lavadero de El Batán. Un terreno que, en el momento de su construcción, denunció Luis Fernández Cabeza, señalando que con su construcción se cortaba el crecimiento de la villa hacia el norte. Continúa, cuarenta años más tarde, siendo un verdadero tapón. Además de un espanto.
Pero, de todas formas, los de la cuenca de este lado del Caudal entienden como positivo el hecho de que del lado del Nalón las cosas estén mucho peor. Sin comentarios. Ambas cuencas viven tan de espaldas que no tienen entre ellas más nexo de unión que Uviéu, la verdadera capital de Les Cuenques.
A pesar de todo, de la fealdad, de la industrialización, del urbanismo desarrollista, de la crisis perpetua… el peso de Les Cuenques en la política general de Asturies sigue siendo enorme. No sólo por lo que queda de Hunosa. Que apenas es más que un pobre esqueleto. Pero sí por su paso. Las grandes inversiones con fondos mineros, las prejubilaciones, la apuesta por un nuevo campus universitario… que fue generando a lo largo de las últimas décadas un sentimiento de envidia generalizada desde el resto de Asturies.
Lo que más me gustó de una película como “Cenizas del cielo” fue encontrar en la mirada de José Antonio Quirós el resumen de todas esas envidias y el mérito de haber sido capaz de condensarlas en tan poco espacio de tiempo. Con un añadido: se puede sacar tanto rendimiento del paisaje y el paisanaje de Les Cuenques como del Llanes que filma Gonzalo Suárez o el Uvieín del alma de las películas de José Luis Garci.
Con una diferencia: no necesita tender al pastel. Las historias de Les Cuenques, como en su momento las de los alrededores de Glasgow, son magníficas para llevar al cine. Con personajes reales, como el viejo luchador del que parte la película. Con personajes a los que quieres creer: como el del inglés que acaba enamorado de esta tierra. Con personajes estereotipados: como el del jugador de golf sindicalista prejubilado.
El problema es llevar al cine a esos personajes reales, a esos a los que quieres creer y a los estereotipados, y juntarlos con el resto. Conseguir que se llene la sala de cine para verse reflejado uno mismo y para encontrar en las historias de los demás las propias. No es el momento para que esto sea fácil. No llevan al cine las historias reales. Menos, las cercanas.
Quizás nos resulte difícil encontrar entre nosotros a los obreros de la construcción de “Riff Raff” (1991), pero sí al personaje principal de “Lloviendo piedras” (1993). Ambas de Ken Loach. Como también es suya “Ladybird” (1994) y podemos creernos a esa mujer, por más que las circunstancias que la hicieron posible resulten muy distantes de las nuestras. Algo que no ocurre en “El secreto de Vera Drake” (2004), de Mike Leigh, que cada día se acerca un poco más a nuestra realidad –de hecho en Navarra es un historia de absoluta actualidad.
Al final ese espíritu de soñadores de lo imposible que hacen por mover el mundo en “La camioneta” (1996), de Stephen Frears, me gusta encontrarlo de alguna manera en “Cenizas del cielo”. Casi cometiendo una herejía al decirlo. Casi queriendo que fuera cierto.
Me sigo imaginando historias de Les Cuenques para llevar a la pantalla. Esto es una fuente inagotable. La de este brigada que nació en Siana y lo acaban de matar en Afganistán defendiendo otro sueño imposible. La de la dirección de Mieres del Partido Popular -el partido del orden y la rectitud moral-, resolviendo a guantazos el congreso para elegir compromisarios. La de los tres menores de Llangréu que atacaron a un prejubilado con un bate hasta producirle la muerte, por una riña de tráfico. La de esa chica de sabe Dios dónde, pero también de por aquí cerca, que se embarcó en el sueño ajeno de llevar un presidente negro a la Casa Blanca.
Son malos tiempos para ir al cine. Malos para asistir al teatro. Peores para escuchar un concierto. Ni te cuento para sentir a un poeta recitar un poema. Por eso, para llevar la contraria al tiempo que corre, merecen la pena cosas como éstas. Entre ellas, “Cenizas del cielo”. Les Cuenques que envidiamos.
NOTA: Para más información sobre José Antonio Quirós y el rodaje de su anterior película "Pídele cuentas al Rey", ver el Diario de Rodaje en
www.ismael.org/pidelecuentas/index.htm