que
la tensión se palpa en el ambiente. Gerardo Iglesias llegó, vio, saludó
y se fue. Después de un rato encuentro paseando a María Casanova, actriz
cotidiana de las primeras películas de Garci y presente ahora como periodista.
Se notaba nerviosa por las escenas de violencia, el sonido de los disparos
retumbando en el valle, el golpe de las pedradas contra los escudos de protección,
las voces, los gritos, los insultos. Nos quitamos la tensión de encima con
sidra y Cabrales a media mañana. Más efectivo que el Prozac. Me comentó
que le daba buen rollo la película y que, para casos como éste, sería conveniente
crear un Goya a la figuración. Idéntico comentario al llevado a cabo el
día anterior por Margarita Taibo. A última hora de la tarde un minero me
decía que estaba agotado. Formaba parte del grupo que descendía por la rampa
de los cuartos de aseo con un contenedor de basura. La escena se repitió
no menos de cuatro tomas. Tras cada una, rampa arriba, el contenedor era
devuelto a su punto de partida. El grupo de mineros se echaba a temblar
cada vez que escuchaba el grito de Nacho Gutiérrez: "¡Volvemos a primera!".
A punto estuvieron de ponerle el contenedor de sombrero. La colaboración
fue tan buena que se cerró con una foto conjunta con el equipo. Eso sí,
cada uno en su sitio. Primero, la foto con los policías. Después, la foto
con los mineros. No era conveniente tentar la suerte juntándolos. Un ejemplo.
Dice un policía: "Me suena tu cara". "Claro", contesta un minero, "me la
partiste en la última manifestación". Esto es medio de un ambiente distendido.
Menos mal. El rodaje se cerró con un momento épico. El cable se corta. Los
mineros entienden este hecho como irreversible y finalizan los enfrentamientos.
Uno de ellos avanza hacia cámara y entona el Santa Bárbara bendita. Es José
Ramón Ordóñez, cantante de los Stukas a la vez que minero. El resto de mineros
se le van uniendo. En la última toma, exclusiva de sonido, varios miembros
del equipo están entre el grupo que canta. Pedro Costa entre ellos. Daba
un toque ácrata a la nube de puños en alto. José Antonio Quirós los había
dirigido en plan coral minutos antes de la primera toma. Al final, aquel
coro casi improvisado, tenía la marcialidad del coro de Reds, de Warren
Beuaty, y la presencia de los manifestantes de Novecento, de Bertolucci.
Lunes 21
de junio.
Primer día de descanso. Una semana agotadora. Siete días de nueve a nueve.
Como mínimo. El cansancio acumulado se deja notar en las caras. Descanso
relativo. Los de decoración están trabajando desde por la mañana para poner
a punto el bar de Ujo donde se rueda la próxima semana. Cuando al final
de la tarde llamo al móvil a Iñaqui Rubio lo pillo en la cola del supermercado.
Es un oficio curioso este de regidor en una película. Siempre de compras
o de camino a comprar algo. Le toma el pelo Ion Arretxe llamándole el rey
de las tiendas de veinte duros. Sólo Aurora Martínez puede ganarles en paraderos
desconocidos y en sitios insospechados.
Martes 22 de junio.
Invitados por el Alcalde de Oviedo nos acercamos al Auditorio al concierto
de la Sinfónica de Viena. Strauss, padre e hijo, nos trajeron el recuerdo
de muchas películas. En el entreacto presento a Jaime Reinares, concejal
de economía del ayuntamiento y exjugador del Barça, a Pedro, concejal de
economía de la película y forofo del Español. Mientras, al lado, Quirós,
preguntaba a José Mª del Viso, concejal de cultura, en qué recóndito lugar
de los sótanos del teatro Campoamor se encontraría su corto Comamos y bebamos
todos de él, extraviado desde su estreno. Alicia Luna y yo, con cara de
tráganos tierra, escuchábamos rodeados de un buen número de canónigos, también
invitados al palco. En él, Adriana ejerció de reina. Nosotros de corte.
Los canónigos daban el punto medieval a la escena.
Miércoles 23 de junio.
Comienza el rodaje en el Puertu Payares. Un camionero de voz cazallosa piropea
groseramente a Adriana Ozores. Un fittipaldi hace trompos con un descapotable
de figuración, mientras la guardia civil corta el tráfico. Para mañana se
cambia el plan de rodaje. Jorge Rivero tiene que encontrar a los manifestantes
que mañana detendrán al ALSA en Ujo. Tarea complicada. Esta noche es San
Xuan en Mieres. Los figurantes se van a presentar de doblete. Por la noche,
reunión de Pedro y Quirós. Producción versus dirección. A Quirós le faltan
planos y a Pedro le sobran. La eterna historia. La dejo para el diario B,
al lado de tantas otras. Este rodaje está dando mucho de sí en este sentido.
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Sobre
mis fotos, Resines advierte un problema de racord por su barba. Cuando se
rueda la salida en Figareo es de un día. Hoy es de tres y estamos en Puente
los Fierros. Pide consejo al niño del bar donde tomamos el café: "¿Un señor
que tenga esta barba por la mañana puede tener esta otra por la tarde?".
El niño, muy serio, contempla la foto y su cara. "¡Sí!", dice muy seguro.
"¡Nos ha jodío!", añade Resines, "si un niño se lo cree, se lo cree todo
el mundo".
Viernes
25 de junio.
Las rampas del 17% de Payares se hacen duras. Hace un sol de justicia. Julio
Madurga pregunta por la fama inmerecida de esta tierra. El verde sigue siendo
la prueba de que aquí sigue lloviendo. Pero este rodaje se está librando
del agua. El viento arrecia. El equipo técnico está literalmente colgado
del precipicio. Gege Godoy retoca los pelos al viento. María Bullido aplica
en spray dosis adicionales de sudor. Eva Díaz y el equipo eléctrico se cuelgan
del trípode de la cámara para que no lo venza el aire. Gustavo de la Fuente
hace equilibrios con la claqueta desde el quitamiedos de la carretera. Sonia
Mula sujeta como puede el tenderete del combo, donde se ven las imágenes
rodadas. Urko Garai hace de la percha de sonido un mástil sin bandera. Al
fondo, desde el mirador del Parador, un grupo de hinchas del Caudal Deportivo
de Mieres, vestidos como ultras del Sporting de Gijón, contempla la escena,
preparados para recibir a los caminantes en la cima. Adriana Ozores, espléndida
en su esfuerzo, no tiene fuerzas ni para reñir a Nicolás.
Sábado 26 de junio.
Volvemos a Tres Amigos. Resines y Adriana ven una tolva en tierras de León.
En apariencia la instalación está cerrada. Resines tira de una palanca.
Una pequeña nube de polvo negro cae sobre ellos. Apenas se enteran. En la
segunda toma el equipo de efectos especiales |
carga la tolva. Poco más y quedan sepultados. "¡Esta me la pagáis!", gritaba
de un Resines más negro que el blanco camuflado de El cantor de jazz. Sólo
a él se le ocurre, en plena escena, mirar para arriba. La sonrisa blanca
de Adriana, enmarcada en negro, da cuenta de ello. El que no se ríe hacia
fuera lo hace para adentro. |
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