Martes 15 de junio.

"¡Qué sea l'últimu, por Dios, que sea l'últimu!", suena desgarrado entre sollozos el lamento de la actriz gijonesa Rosa Merás. Un anexo de la iglesia de Bustiello hace de sala de duelos. Se rueda la escena del entierro de un minero.
A la puerta hablan sobre la mina, Antonio Resines, y los asturianos Alfonso Vallejo, Eduardo Antuña y Fran Sariego. Se acerca a ellos el sindicalista Jesús Bonilla. El dolor que trasmite la viuda es tan real que las mujeres de figuración tienen lágrimas en los ojos. Finalizada la escena, Guillermo Gutiérrez, periodista de LA NUEVA ESPAÑA de Las Cuencas, llega con la noticia de la muerte de un minero de Jovesa. La realidad devora a la ficción. El rodaje por la tarde en Figareo se convierte en una función de teatro al aire libre. La terraza del bar vuelve sus sillas hacia la escena. Los niños en semicírculo ocupan los bordillos y se ocultan del sol bajo las pantallas blancas. Se rueda una secuencia simulando la madrugada de la partida de Fidel y Lina hacia Madrid. Nacho Gutiérrez, más que rogar, brama silencio. José Ángel Cabañas, con sus manos extendidas, ejerce de guardaespaldas de ese silencio. José Juan Franco, alias Jota Jota, persigue una gaita que suena a lo lejos. A última hora Martín Cabañas me dice que no hay Brigada de Salvamento para rodar mañana las escenas de interior en el Museo de la Minería. Luis José Ávila, jefe de comunicación de Hunosa, le confirma que si la quieren hay que pagarla. Jorge Rivero consiguió, a golpe de móvil, quince mineros equipados en quince minutos exactos. Hoy el verdadero jefe de comunicación de una empresa es un móvil. Ávila se comprometía a conseguir cascos y lámparas. Crucemos los dedos.

Miércoles 16 de junio.

Llegan las lámparas y los cascos. Minutos antes de estar todo dispuesto para rodar. Pero llegan, que es lo importante. La tarde se va entre escenas de paso. Por el cruce de Entefoces, en Morcín, pasan Adriana Ozores, Resines y Nicolás, su hijo, ante un letrero ficticio publicitario que pone "Asturias tiene futuro". Un sarcasmo a la entrada de un túnel. Hoy ha sido el cumpleaños de José Antonio Quirós, pero tan sólo Montse Buscato se ha atrevido a recordárselo. Tiene la ficha de todos y no se le escapa uno.

Jueves 17 de junio.

La plazoleta de Ríoturbio está cerrada por una barricada. Un grupo de mineros, curtidos en manifestaciones y escaramuzas con la policía, charlan con Resines y Bonilla. Uno de ellos, con pasamontañas, es José Ramón Ordóñez, cantante de los Stukas. Una pandilla de jóvenes radicales prepara sus armas junto a Fran y Vallejo, hacha en mano. El asturiano Juan Polanco, pasea de cura con sotana entre los manifestantes. Raimundo Arias, cural real de la barriada, me comenta que se trata de un cura anacrónico en la cuenca. La sotana desapareció de estas parroquias por los tiempos del Vaticano II. Pero no deja de ser una imagen con fuerza. Pedro Costa me mandó hace más de un año una película de tema minero con cura. Se trataba de La guerra de Dios, de Rafael Gil. En pleno franquismo refleja un encierro minero en el interior de la mina. Más sorprendente, el cura respalda la protesta y se encierra con ellos. El cura de ¡Pídele cuentas al Rey! está hasta las narices de encierros. En la línea del cura de Mieres que hace un par de años se encerró en contra de los encierros. Un buen tema para un corto. La policía antidisturbios hace acto de presencia. Los defensores de la barricada entablan una guerra de insultos, cohetes y piedras. Quirós se recrea ante la imagen que ve a través de la pantalla. Lleva las manos a la cabeza. Las levanta con las palmas extendidas. Los ojos le salen de las órbitas. Es la imagen del éxtasis. En estos momentos se olvida hasta de decir ¡corten! Como mucho dice un ¡vale! en un susurro. Nacho siempre tiene que acabar preguntando: "¿vale que sí que vale o vale que repetimos?" Pero, la estrella indiscutible del día se custodia dentro de la iglesia. Se trata de la jaula de madera, reproducción de la real del pozo, donde se van a rodar las escenas de interior, en las que los mineros suben en camilla a su compañero muerto en accidente. Todo el mundo pasó a verla. Con devoción. Hasta el ingeniero y el capataz de mantenimiento del pozo. Tuvieron que tocarla para creerse que era falsa. Como Santo Tomás las llagas de Cristo. Una pequeña obra de arte del equipo formado por Tachín, Alex Pavón, Pablo Trasancos y Antonio Cazalilla. Ion Arretxe se reía del comentario que le hacían sobre que era más visitada la iglesia por la jaula que por los santos.

Viernes 18 de junio.

Se rueda en el interior de la iglesia de Rioturbio. Antuña está encerrado dentro y encadenado al altar. Vallejo y Resines hablan con él. Fran, en su papel de guaje, lo anima. El sindicalista Bonilla le pide que deponga su actitud. El cura Polanco, sindicalista de Dios, le ruega lo mismo. La manifestación al pie de la barricada continúa fuera. Por la puerta entreabierta se cuela un bote de humo. Las armas las carga el diablo. Más estando dentro de una iglesia. Si no que se lo digan a los de efectos especiales. El bote hizo blanco en la frente de Resines. La cosa se quedó en un susto. Cabeza dura. Martín viene con nuevas noticias de Luis José Ávila. El ingeniero del pozo Tres Amigos le pasa la cuenta de los gastos originados por dos días de rodaje en el pozo. Suena a chiste pero es así. O lo tomas o lo dejas. Mañana antes de comenzar a rodar hay que pagar. Pretenden reducir el déficit de Hunosa a costa de la película.
Sábado 19 de junio.

Se abre la jaula del pozo Tres Amigos. Fran, Vallejo, Antuña y Resines llevan la camilla con el compañero muerto. El embarque está lleno de mineros. El silencio sobrecoge. A los figurantes les ha tocado pasar muchas veces en la vida real por este trago.
Adriana Ozores, como esposa de Resines, busca entre la gente a su marido. Loli Astoreka, en el papel de su hermana, la acompaña. Enma Penella, como madre, llama a voces a su hijo. Cuando meten el cuerpo en la camilla, Rosa Merás, en su papel de viuda, se avalanza sobre el cuerpo. Cuando grita desgarrada "¡Puta mina!" las lágrimas empañan los ojos de los presentes. El que menos está respigado. Los periodistas figurantes lo son de verdad. Los enfermeros son los propios del pozo. Los que hacen de mineros lo siguen siendo o están prejubilados. Al final, son los propios actores quienes me piden fotos para guardar el recuerdo de este momento y esta gente. Por la tarde se rueda la escena que abre la película: un mitin en la boca del pozo del sindicalista Bonilla. Su voz truena en el embarque: "¡Yo os prometo una cosa: tendrán que pasar por encima de mi cadáver antes de que cierre un solo pozo, compañeros!" A los mineros presentes se les pone un nudo en la garganta. Se continúa con el corte del cable de la jaula. A una sola toma. Se trata de la jaula falsa de madera, objeto de devoción. Una vez instalada nadie la diferencia de la verdadera. El capataz de mantenimiento del pozo no las tiene todas consigo. Se contiene la respiración. Una cámara frontal a cargo de Julio Madurga. La ovetense Eva Díaz con otra en la escalera lateral del castillete.
La jaula cae y los presentes rompen en aplausos. Se celebra el éxito de la gente de efectos especiales, Pau Costa, Raul Romanillos, Óscar y David. El capataz respira. Finaliza un día complicado. Mañana continuaremos en el pozo. Viene Gerardo Iglesias. Acaba de hablar con Quirós por teléfono.