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Comisión de sabios

2013 / 01 / 11 - La Nueva España

Comisión de sabios

Como todos los viernes, a la hora en que los musulmanes llaman a la última oración de su día sagrado, los asturianos nos juntamos en el chigre, nuestra mezquita particular. La estructura del chigre es la misma desde hace siglos. Sólo cambia el nombre. El último de moda es vinoteca. Pero, también lo fueron pub, bodeguina, café, boite, bar, cantina, tasca, salón de té, sidrería, mesón… La razón de reunirnos en sitios así desde época de los romanos, como decribe el historiador Estrabón, es arreglar el mundo. Para hacerlo, todo grupo de amigos asturianos arregladores de mundos tiene que tener entre sus contertulios los siguientes elementos: el templador de gaites, el serenu, el repunante, el profeta, el divinu, el humanu y el que está más allá de lo divino y de lo humano. El propósito de todos ellos es el propósito de todo asturiano de bien: arreglar el mundo.

Llega el profeta a la reunión del viernes y vaticina el futuro. Por ejemplo: Cataluña se independiza en un par de años, a Mourinho se lo cepillan esta semana, los contenedores de basura son una mierda… El repunante opinia en segundo lugar: Chaval, no tienes ni puta idea. Y después opina en cuarto lugar, en sexto, en octavo. O sea, cada vez que uno de los siguientes intervenga en impar. El divinu, con la serenidad apostólica que lo caracteriza, argumenta y contraopina. El humanu pone el ejemplo de lo que le pasó a él una vez, por lo general de joven muy joven o, más frecuentemente, en la mili. El que está más allá de lo divino y de lo humano no está de acuerdo con nada, ni siquiera con la opinión siempre repunante del repunante. El templador de gaites hace por serenar los ánimos que, a esas horas, ya serena sobradamente la cerveza, el vino o el cacharru. Como puede comprobarse en la sonrisa del serenu que, sin necesidad de decir nada ni de aportar nada a la conversación, no está de acuerdo con el profeta, se ríe con el repunante, no le hace caso al divinu, se enzarza con el humanu a ver quien de los dos pide la siguiente ronda, no le hace ni puñetero caso al que está más allá de lo divino y de lo humano y acaba hablando de otra cosa en petit comité con el templador de gaites.

Al final, tarde, mal y a veces nunca, cenamos. Cuando cenamos. Que ni falta que nos hace a estas alturas. Y pagamos nosotros. Porque si en vez de grupu d’amigos arregladores de mundos nos contratara el gobierno nos llamaríamos comisión de sabios, y nos pagarían la comida y les copes. Después, haríamos lo mismo. Tomar copes y charrar. Y, si fuera menester, cenar.




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