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Los mercados

2011 / 09 / 12 - La Nueva España

Los mercados

Es el término de moda: los mercados. Ahora con Grecia. Todo el santo día con Grecia. ¿A quién le debe Grecia? A los mercados. ¿Quién son los mercados? Entre otros varios, los bancos de Alemania y Francia. Y sobre todo un montonín de ahorradores a los que les mueven sus fondos de pensiones. Con lo que a Grecia la quieren salvar los bancos alemanes y franceses sea como sea. Y, para el caso de que la quiebra llegue, acabar debiendo a más gentes, los de los bancos, que son muy listos, implicaron a sus respectivos gobiernos. Y, ¿quién son los gobiernos? Todos nosotros, los gobernados. De manera que los griegos nos deben dinero a nosotros. Y en el caso de quiebra los bancos perderán un poco menos. Acabaremos perdiendo todos, pero los bancos, como siempre, se salvarán.

Y los bancos no son esos señores que están en la ventanilla de unas sucursales de la calle Manuel Llaneza. Esas son simplemente oficinas. Y en las oficinas trabajadores. Gente que tiene por cometido ofrecer al cliente productos en los que el cliente siempre pierde. Para que ellos ganen. Eso se llama ingeniería financiera. Ya no funciona ni la renta fija. Si al final necesitas dinero por anticipado, pierdes. El cliente no lo sabe porque te lo venden muy bien. Cuando entras en una oficina estás a expensas de la campaña que el banco te quiera vender. El que te lo vende lo sabe, pero no le queda más remedio que vendértelo porque es su trabajo y sino lo hace no cumple. Y tu, como cliente, te lo crees porque confías en su sonrisa, en su publicidad y en la buena imagen que siguen teniendo los bancos.

Entro en una oficina de la citada calle. Hay cola. Siempre hay gente. Tengo que cobrar un cheque de seis mil euros. Me pongo a la cola. Leo el periódico mientras tanto. Quince minutops más tarde llego a la ventanilla. Pero, no tengo número. No sabía que para acercarme a la ventanilla tenía que coger número. Como en la carnicería. Doy la vuelta y cojo número. Vuelvo a la cola. Llega un momento que me toca. Pero no cogí número para la ventanilla de sacar dinero. Ese es otro número. Como aún me queda un poco de paciencia me acerco al expendedor de números y cojo un número para la ventanilla de sacar pasta. Por fin, no sé cuantos minutos más tarde, llego. Y no cobro porque para cobrar un cheque de seis mil euros tendría que haber avisado con suficiente antelación de que iba a retirar una cantidad tan elevada. ¡Seis mil euros! ¡Una cantidad elevada! Total que, me doy la vuelta, ha pasado una hora, y han conseguido no pagarme. Eso sí, con una sonrisa beatífica. Ni comparación con la cara de estúpido que me queda. Y pensando: ¡Qué mal debe de estar Grecia! Y también: ¡Qué mal estamos nosotros cuando nos toman el pelo tan miserablemente y nos dejamos!




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