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Aires del sur

2011 / 09 / 10 - El Comercio

Aires del sur

En Asturies y Galicia a la rosa de los vientos se la llama rosa de los aires, por la sencilla razón de que en ambas lenguas el término castellano viento se corresponde con el gallego y el asturiano aire. Cuando sopla suave es un airín, cuando lo hace más suave un airiquín y cuando sopla con ganas y molesta es un airón. El que viene del sur, caliente y húmedo, recibe, dependiendo de ser costa o interior, los nombres de arcia o de ábregu, y cuando sopla anunciando el otoño se lo llama directamente aire de les castañes.

En junio hablé en esta sección del grupo de folk-rock Macadamia, comentando la salida al mercado de su primer y último trabajo. En el mismo artículo hablaba de un trabajo que, desde hacía tiempo, venía realizando el pianista gijonés Eduardo García Salueña sobre el rock progresivo de finales de los años sesenta y los setenta, y la influencia que este movimiento musical había tenido en Asturies. En concreto, en el artículo, hablaba del grupo de folk-rock Trasgu, que había publicado muy a primeros de los ochenta el disco La isla de Hélice, que sigue siendo considerado uno de los pioneros del nuevo folk en Asturies.

Cerrados como estamos los asturianos entre la cordillera y la mar, tendemos con frecuencia a pensar que nuestra música –como tantas otras de nuestras actividades culturales- ha vivido una suerte de olvido del mundo no sufriendo apenas influencias. Muchas veces, en diferentes conversaciones, me sorprende lo arraigado de esta especie de etnocentrismo arcaizante asturiano. Cuando, especialmente, en el ámbito de la música es donde se constatan con mayor facilidad las influencias.

Un ejemplo claro es el de la voz. Cuando a finales de los cincuenta el grupo cubano Los Llopis popularizaron en toda América latina y España “Estremécete” y “El rock de la cárcel”, marcaron unas pautas de empleo de la voz que desde entonces apenas variaron hasta los éxitos del presente. Unas pautas que imitaron, de forma mimética, los grupos que cantaron en catalán, en gallego, en vasco o en asturiano. Quien quiera una comparación que mire la nula diferencia en la modulación de la voz que existe entre el éxito “Popotitos” de los Teen Tops y cualquiera de los grandes éxitos de Dixebra, el grupo más emblemático del rock asturiano de los últimos años.

Este modelo se repitió de forma bastante similar en el folk. Tras la estela de Bob Dylan, Peter, Paul and Mary, Joan Baez, Simon and Garfunkel y The Birds, surgieron una legión de grupos castellanos que comenzaron a trabajar con su propio repertorio tradicional siguiendo los mismos esquemas de los grandes éxitos americanos. Los nombres que más perduraron fueron los de Nuestro Pequeño Mundo y Nuevo Mester de Juglaría, pero también surgieron nombres interesantes vinculados a pequeños territorios, con Voces Ceibes en Galicia, Jarcha en Andalucía o Madreselva en Asturies, todos ellos con grabaciones en disco.

Pero, si nos detenemos de nuevo en el ámbito de la voz, volvemos a advertir como apenas ninguno de estos grupos echó mano de uno de los elementos más característicos e identificativos de su folklore musical: la voz tradicional. Así, la voz de grupos folk como Llan de Cubel en Asturies, Oskorri en el País Vasco o Milladoiro en Galicia, aún cantando en asturiano, gallego o vasco, no dejaba de ser idéntica a la que empleaban los castellanos del Nuevo Mester a los que les crecían los imitadores por todas partes.

El rock progresivo que empezó a gestarse en el sur de España empezó a cambiar las cosas. Grupos como Gong, Nuevos Tiempos y, sobre todo, Smash, llevaron a la voz flamenca a desbancar la herencia anglosajona y castellana. Canciones como “Ni recuerdo, ni olvido” y “El garrotín”, ambas de Smash, se convirtieron en una cita obligada de todo el que vio un camino de proyección hacia el futuro. Solo a través de ellos puede entenderse la evolución y el éxito de formaciones como Triana y el salto cualitativo de una figura como Camarón.

Esa apuesta por la voz propia estampó un sello de identidad en la música andaluza y, generalizando, absorbió en buena medida a la española. Un fenómeno que no llegó a darse en el rock y el folk asturiano por dejar aparcada la herencia vocal en detrimento de otras influencias más pasajeras, como la radikal para el rock o la celta para el folk.

Sólo en los últimos años viene dándose un proceso de acercamiento entre la voz y las músicas de creación en Asturies. Han sido hasta el momento esfuerzos puntuales de la mano de gente como Anabel Santiago, Liliana Castañón, Héctor Braga o los Hermanos Valle Roso. Pero, el simple ejemplo de los discos de folk y rock asturianos editados este año, vuelve a demostrar que se trata por el momento de una simple ilusión. El folk y el rock siguen instalados en esta tierra en una comodidad anodina que no ha tenido ninguna posibilidad de futuro en los cuarenta últimos años pasados y que difícilmente la tendrá apostando por lo mismo en los siguientes cuarenta.

La voz propia es más identificativa que la música propia. Los cantantes de asturianada lo vienen sabiendo hace años y viviendo de ello. Los músicos han alcanzado un nivel impresionante como instrumentistas, pero han avanzado muy poco en márketing de producto y en el concepto de folk heritage of the future, la herencia o el patrimonio folk del futuro.




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