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Fumando espero

2011 / 03 / 01 - La Nueva España

Fumando espero

Algo bueno tenía que traer lo de dejar de fumar en lugares públicos. Aparte de la evidente mejora de la salud de los camareros y de la recuperación del olor del pinchu de tortilla. Sin duda, mejor que todo ello, fue la recuperación de la terraza como espacio público fuera de temporada. De toda la vida, Mieres fue siempre un sitio terracero. A pesar del mal tiempo. Una rayadina de sol y todo el mundo se tiraba espanzurrao en la terraza de turno. Pero, ahora, da igual el día que haga. La terraza del Carolina invita desde primera hora de la mañana a sentarse a tomar un cafetín, debajo de una estufa que recuerda París y echando un pitín mientras se lee el periódico. Si se encuentra sitio. Muchos padres que dejan a sus hijos a la puerta de los colegios se congregan allí. La tertulia se anima con las nuevas incorporaciones de gente con la que antes no cruzabas palabra y que, ahora, se convirtieron de la noche a la mañana en asiduos. Hasta el extremo de que hay gente que no fumaba –o al menos, que no lo hacía a esas horas- y ha recuperado esta sana costumbre advirtiendo lo animadas que están a estas horas las conversaciones.

A esto le tienes que añadir que, según avanza el día, acabas no necesitando la estufa. Un cafetín llama a otro cafetín y un pitu a otro pitu. A media mañana las terrazas de la antigua milla de oro (el Entre, el Vende y la Tasqui) y de la nueva (todo Jerónimo Ibrán), están puestas y ocupadas. Como las del resto de La Vega y las de siempre alrededor de los jardinillos del Ayuntamiento. Incluido el Paraninfo, que tenía esa especie de autobús sin ruedas aparcado delante en el que no entraba nadie, y en el que ahora hay que hacer cola para sentarse. Y, ni te cuento, según se va acercando la hora de comer, y el vinín, la cervecina, la sidra o el vermut te lo puedes tomar igualmente al aire libre en cualquiera de los sitios habilitados para ello y recuperados, gracias a la dichosa ley, para el ciudadano.

A todo esto le añades las veces que estando en el trabajo, como empezaste a fumar tan temprano, te apetece echar otro pitín y te acercas a la puerta del edificio a echarlo. Que no son una ni dos ni tres. Conclusión: por culpa de la ley antitabaco, empiezan a fumar los que no lo habían, recaen los que lo habían dejado y aumentan su consumo los que lo tenían tasado. Pero, eso sí, se ganó en vida ciudadana, en espíritu crítico, en conversación distendida, se liga más, se reduce el stress, se trabaja menos, se consume más, se fomenta la economía y se contribuye a que disminuya el paro. Y, lo gordo, es que todavía hay gentes que confía en que venga un salvapatrias y mejore nuestra situación. Descarao que en los salvapatrias sólo creen los amargados de la vida, los que no se sientan nunca en una terraza y los que no fuman.




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