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El sueño de Bustiello

2008 / 03 / 08 - El Comercio

El sueño de Bustiello

Imagina por un momento que tienes veinte años y que estás estudiando en París. Estamos a finales del siglo XIX y que eres el heredero de una de las familias más ricas de España.

Te llamas Claudio López y el París de la Gran Exposición Universal es la capital del mundo. Todo cuanto ocurre, ocurre en París o llega allí para dar fe de que ocurre. Eres cristiano ferviente hijo de cristianos viejos españoles. Feuerbach ofrece en las librerías su gran éxito, “La esencia del Cristianismo”. Todo elmundo lo comenta. Mantiene que Dios ha sido inventado por el hombre como una respuesta a sus necesidades y esperanzas. A su lado, otro gran éxito editorial del momento y de título impactante: “La Biblia, un libro impropio para la juventud”. En los muros del París burgués de la isla de San Luis en que vives no hay noche en la que no aparezca una pintada en brea que afirma: “Ni Dios ni amo”.

Tienes veinte años y eres un soñador. Lees y comentas con tus compañeros a los grandes utópicos del momento, como Godwin, Fourier o Saint Simon. Todos mucho más entretenidos que Marx. Y, por encima de todo, devoras a Julio Verne. Sobre todo ahora que acaba de publicar “Los quinientos millones de la Begum”, en la que todos los sueños del socialismo utópico se condensan.

Y entonces, en medio de todo aquel despliegue de vida y maravilla, recibes la triste noticia de que tu padre acaba de morirse. De un día para otro tienes que regresar inmediatamente a Asturies. Debes hacerte cargo de la Hullera Española propietaria de buena parte de las minas de la cuenca del Caudal. Te acuestas en el París de las luces y despiertas en la cuenca profunda.

La mejor manera que tuvo Claudio López Bru, II Marqués de Comillas, para no volverse loco y seguir manteniendo en pie algunos de los sueños de su juventud, fue idear la construcción del poblado utópico de Bustiello, en los límites del concejo de Mieres, camino de Ayer. Como en “Los quinientos millones de la Begum”, contaba con el dinero, contaba con los trabajadores, contaba con las lecturas de sus clásicos y, además, no perdía de vista la vieja idea cristiana de la caridad.

Así surgió Bustiello. Cualquiera puede acercarse a verlo a orillas del río Caudal. Sales de la autovía a la altura de Uxo y te desvías hacia el Puertu San Isidro. Apenas pasadas las naves Rioglass, y “les colomines” de la barriada de Santa Cruz, en una curva del río, aparece el poblado minero de Bustiello.

Llama la atención al primer golpe de vista. Tienen muy poco que ver con la imagen gris de la cuenca minera. Sus chalés adosados dos a dos, con huerto ante casa. Su iglesia que parece sacada de la llanura belga. Su impresionante hospital y sus escuelas, de niños y de niñas. Su lugar en un punto del valle donde no esperas encontrar nada.

Entras en el pueblo y aparcas frente a la iglesia: el monumento a Claudio López se alza sobre el pueblo. Hasta el último detalle en él está cuidado. La verja de hierro que lo rodea está formada por picos y palas. La mirada perdida del busto refleja los ojos de un soñador para un pueblo.

Desde allí mismo puedes comprobar por ti mismo el orden del mundo en el pensamiento del Marqués de Comillas. A tus pies todas las casa alineadas de los obreros mejor valorados como tales y como cristianos. Desde todas ellas puede contemplarse la torre de la iglesia. Sobre todas ellas la casa del ingeniero.

Si exceptuamos la soberbia de Santa Cristina de L.lena, el poblado minero de Bustiello es el conjunto histórico-artístico más impresionante del sur de Asturies. Cien años de vida nos contemplan desde sus casas. En todas ellas se sigue viviendo. Tienen tal encanto que en cualquiera de ellas te apetecería vivir.

En cien años, es cierto, han cambiado algunas cosas. Al no contar el poblado con ninguna figura de protección estos años atrás, cada vecino fue quitando y añadiendo cosas a sus casas que tenían poco que ver con el original. Estos cambios, como suele suceder, no sirvieron para mejorar el conjunto. Hoy algunos de ellos, a pesar de la belleza general, son una verdadera aberración.

A este deterioro de los años, ha de sumarse el abandono de varios edificios y, más triste, el deterioro continuo que sufre el Hospital. Al otro lado del río, llama la atención por su grandeza. Durante años lo ocupó una escuela taller. Ahora su abandono es manifiesto. Se entra por donde se quiere y cuando se quiere. Y, con todo, sigue siendo tan magnífico que cuando algún político se acerca a él sueña proyectos de grandeza para llevar a cabo en su interior. Se lo llama síndrome de Bustiello, el de los grandes sueños, el mismo que prendió en el Marqués de Comillas.

De todas formas, al deterioro de cien años se suman las intervenciones públicas que por falta de planificación y por carencia de gusto acaban contribuyendo más y más a él. El último ejemplo me llega estos días: me comentan que van a proceder a asfaltar y a cambiar las aceras.

Suena bien. Siempre suena bien cuando se cuenta en la prensa que se va a hacer esto en un pueblo. Seguro que le sonó bien al que firmó la obra y no se acercó en ningún momento a ver el pueblo. Seguro que le pareció bien al político que en periodo de elecciones dijo que acometerían estas obras.

Pero, en este caso, no estamos ante ninguna gran obra. El empedrado original del pueblo es uno de los ejemplos más impresionantes del norte de España. Un modelo al que se suma un sistema de aceras único en Europa, ya que responde nuevamente a la extensión del modelo tradicional -con la incorporación de la piedra local- en una solución constructiva que sigue llamando poderosamente la atención y que ha hecho que, a pesar de los años, se conserve prácticamente intancto.

Y escribo estas palabras porque hay quien sigue creyendo que sirve de algo denunciarlo en la prensa. En la cuenca, no obstante, estamos acostumbrados a todo lo contrario. Ya no ha lugar ni es tiempo para soñadores.




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