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El lujo de una joven orquesta

2008 / 02 / 23 - El Comercio

El lujo de una joven orquesta

Lo cotidiano no llama a ser noticia. El trabajo constante, el día a día, la rutina de bien hecho, no genera noticias. Es algo que, aunque nos sorprenda visto desde aquí, les ocurre de forma habitual a las cientos de jóvenes orquestas que integran el sistema de educación musical venezolana.

Tiene, no obstante, la suerte de contar con una estrella mediática, la Joven Orquesta Simón Bolívar. Una agrupación que consigue llamar la atención de nuestros medios de comunicación porque viene avalada por las críticas positivas de diversos directores europeos que advirtieron su enorme calidad por encima de los prejuicios que entraña ser joven y músico.

Su reciente visita a Asturies, magnífica. Al éxito de la crítica se la ha de añadir el enorme respaldo del público. Venezuela encuentra en ellos un vehículo excepcional para mostrar otra realidad de un país, más allá del “por qué no te callas” y de las soflamas de su presidente.

Mucho menos mediáticas, la red de jóvenes orquestas sinfónicas existentes en Bolivia -muchas de ellas integradas exclusivamente por indios amazónicos, herederas de la tradición de las reducciones jesuitas-, es otro modelo impresionante de funcionamiento. Al que, poco a poco, como en el caso de las escuelas de Bahía en Brasil, los medios de comunicación se acercan.

Pero, el hecho cierto de que lo cotidiano no llama a ser noticia lo tenemos en el ejemplo de los diez años que está a punto de cumplir en estos días la Joven Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias. Posiblemente pase inadvertido sin ninguna mala intención. Apenas como una manera más de constatar el hecho evidente de que el trabajo del día a día nunca está todo valorado como se debiera.

Y el mejor de los ejemplos lo tenemos en la visita cursada a Asturies por la citada Joven Orquesta Simón Bolívar. El propio José Antonio Abreu, fundador de este sistema de funcionamiento de las jóvenes orquestas de Venezuela, al llegar a la capital del Principado lo primero que hizo fue preguntar por su propia Joven Orquesta. Por una razón bien simple: porque sabe que detrás del hecho cotidiano de su existencia se esconden muchas horas de trabajo de su dirección y profesores y mucho esfuerzo colectivo de generaciones de jóvenes que a lo largo de sus diez años de existencia se han formado como músicos y como personas en sus filas.

Ahora que estamos en peridodo de elecciones, me sorprende particularmente que nuestros políticos no se hagan eco de lo que es sin duda uno de los mayores movimientos sociales de Asturies: el caso único, a nivel nacional, de la coexistencia en tan escaso territorio de un impresionante número de orquestas sinfónicas, filarmónicas, grupos de camára, conjuntos corales, bandas de música, bandas de gaitas... grupos de todo tipo que cubren todo el universo musical actual, desde la música antigua a la más vanguardista, desde el más absoluto respeto a la tradición a la variante más comercial de la música moderna. Número impresionante al que tendríamos de sumar el de espectadores que muestran día a día su apoyo con su presencia a todo tipo de eventos, desde la publicitada temporada de ópera o zarzuela hasta la incontable lista de pequeños conciertos de las bandas de música, pasando por todo tipo de actos que van desde los multitudinarios conciertos de las estrellas de pop a los llenos semanales que registran los encuentros de canción tradicional.

Este enorme movimiento de gente alrededor de su afición y en muchos casos profesión, la música, solo es equiparable al de practicantes de deportes como el fútbol, que cuentan no obstante con un gran despliegue mediático que nos hace saber de lunes a domingos hasta el más mínimo detalle del último de los equipos y jugadores.

Por cotidiano parece fácil. Pero cuando insisto en que el caso del movimiento musical asturiano es único, no tengo más necesidad que remitirme a los ejemplos de otras comunidades vecinas. La diferencia con el País Vasco es, por citar un ejemplo, espectacular. Si existe allí un Conservatorio de referencia para todos los músicos. Si existe una formación coral centenaria que está en boca de todos. Si tienen una música de raíz que todos reconocemos. Pero no existe detrás ese enorme caudal de músicos que lleva a que exista el impresionante número de formaciones de esta tierra.

La Joven Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias es la cabeza de puente necesaria para que un gran número de nuestros más jóvenes valores se formen y hagan un hueco en el competitivo mundo de la música. El requisito de ser asturiano –o de al menos estudiar en alguno de los Conservatorios de esta tierra- convierte a esta formación en un elemento identificativo de la fuerza arrolladora que representan cientos y miles de jóvenes integrantes de nuestro sistema educativo musical.

La fuerza de esta Joven Orquesta reside en que nació desde abajo. El Gobierno de la época lo que hizo fue institucionalizar algo que yá existía. Y ahora, después de su dependencia de la Consejería de Educación pasa en estos días de aniversario a depender de la Consejería de Cultura. ¿Dejará por ello de ser un instrumento de formación para serlo de difusión? ¿Pasará a depender de la Orquesta Sinfónica de igual manera que la Joven Orquesta Internacional Ciudad de Oviedo (JOICO) depende de Oviedo Filarmonía (antigua OSCO) y no va más allá de cubrir los bolos libres de zarzuela veraniega que la mayor no puede cubrir? ¿Acabará ocurriendo con su proyecto que, una vez consolidado merced a los esfuerzos conjuntos de diez años de trabajo, se vaya apagando en manos de otros intereses?¿Dejará de ser un modelo de referencia de la música que se hace en Asturies?

Mientras escribo tengo de música de fondo la obra Keltiké, de Ramón Prada, interpretada por la Joven Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias, dirigida por Yuri Nasushkin. Un resumen magnífico de sus diez años de trabajo. Y de su valentía de atreverse con jóvenes compositores, también asturianos. Quizás se deba a contar al frente con un director tan asturiano como Yuri –que ya se sabe, los asturianos nacemos donde nos da la gana, y en este caso Yuri Nasushkin nació en Ucrania-.




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