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La Cruz de la Derrota

2008 / 01 / 26 - El Comercio

La Cruz de la Derrota

El 2008 va a dar para mucho que celebrar. 1200 años de la Cruz de los Ángeles. 1100 años de la Cruz de la Victoria. 400 años de la Universidad de Oviedo. 200 años de la Francesada. Y algunas efemérides más sin tanto número redondo, como los 1230 años de la batalla de Roncesvalles, aunque nada más sea por el hecho profusamente documentado por nuestro romancero de que un sobrino de Alfonso II, Bernardo del Carpio, estuviera en ella.

Las ganas de celebrar se palpan en el ambiente. Se apunta a ellas el Arzobispado, la Universidad, el Ayuntamiento de Oviedo, la Junta General del Principado, el Gobierno del Principado de Asturias... en una suerte de caos organizativo que crea una Comisión que coordine tanto afán. Algo más que necesario ya que, aunque haya actos para todos los gustos, no queda bien solaparlos. Y tendremos de todo un poco y de varios algos bastante. Se va a acelebrar una symposium sobre la Europa altomedieval. Se va a estrenar la zarzuela “Covadonga”, de Tomás Bretón. Hidrodantábrico nos sorprenderá con juegos de luces sobre el número 400. Se editará la Biblia de la Badia della Cava dei Tirreni. Habrá regata, torneo de fútbol y open de golf. Y un 25 de mayo de celebración de la independencia en la Sala Capitular de la Catedral de Oviedo. Y más, que esto no son más que ejemplos sueltos.

El Arzobispado se adelanta convenientemente a todo ello para dar un carácter sacro a tanto evento profano. El pasado día 12 de enero se rezaron las vísperas en Covadonga a las seis de la tarde. Y al día siguiente, domingo, el Nuncio de Su Santidad, Manuel Monteiro, presidió el Jubileo del Año Santo de la Cruz, en la catedral de Oviedo. Para dar fe de la importancia del acto acompañaron al Nuncio el arzobispo de Oviedo, Carlos Osoro, el obispo de León, Julián López, el obispo de Santander, Vicente Giménez, el obispo de Astorga, Camilo Lorenzo. O lo que es lo mismo, todos los responsables de la provincia eclasiástica de Oviedo (uno de los últimos restos de las antiguas Asturias: de Santillana, de Oviedo, de Astorga...). A los que acompañaron a su vez el presidente de la Conferencia Episcopal, Ricardo Blázquez, y Atilano Rodríguez, como asturiano y obispo de Ciudad Real.

Ante un hecho de esta trascendencia se entenderá que la catedral estuviese como nunca de abarrotada. Muchos eran cargos y menos cargos de los organismos sumados a conmemorar. Y también, como no, varios fieles, algún turista y escasos despistados. Para ellos especialmente, fieles, turistas y despistados en general, se anuncia la inminente publicación de un Libro del Peregrino que sirva de guía de este año santo y de las claves de cómo alcanzar la indulgencia plenaria, así como reseñar los horarios de visitas a los lugares sagrados.

Proclive como soy a los actos culturales, prometo asistir a varios de ellos. Por más que, tras el propio acto del Jubileo del Año Santo de la Cruz, me queden muchas más ganas de sumarme a los actos del Agua en Zaragoza o a cualquiera de los programados en las capitales europeas de la cultura. De hecho este acto del Jubileo podría haberse llevado a cabo en la mismísima basílica del Pilar o en la catedral anglicana de Liverpool (capital europea de la cultura 2008), y habría tenido parecida vinculación con la cultura asturiana.

Sin necesidad de remitirme al significado histórico de las cruces -que queda ya tan sumido en el olvido histórico que apenas tiene más valor que la recreación de una misa mozárabe-, me llama la atención la absoluta desvinculación de un acto de estas características de las normas del Vaticano II de la Constitución sobre la Liturgia y, más concretamente, del apartado 37 que refiere a las Normas para adaptar la liturgia a la mentalidad y tradiciones de los pueblos.

En este sentido, la cultura religiosa asturiana quedó totalmente relegada del acto del Jubileo. De manera muy especial, la música sacra vinculada a los maestros de capilla de la propia catedral. Y, como no, un monumento cultural musical como es cualquiera de las misas asturianas cantadas a la gaita en las que se interpreta en latín el Gloria, el Sanctus y el Agnus Dei, o el Kyrie en griego.

Hechos musicales de similares características han motivado en otros lugares de Europa la declaración de Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por parte de la UNESCO. Han sido los casos de las declaraciones como tales de la isopolifonía popular albanesa; como también la polifonía, danzas y prácticas rituales de la región de Shoplouk, en Bulgaria; o el espacio cultural de la isla de Kihnu con la conservación de sus cantos vinculados al Kalevala; o el canto polifónico Georgiano; o, más próximo a nosotros, il canto a tenore del canto pastoral sardo... y tantos otros que les permiten ser parte de la cultura de la humanidad sin necesidad de olvidarse de que es la suya propia y única.

Y hablo de la música por no hacerlo de la lengua. El completo abandono en los actos de la lengua asturiana que emplearon en su uso diario y en su documentación administrativa los reyes de Asturias. Pero éste es un hecho que aúna, mejor que ningún otro, a la iglesia y al gobierno.

Dice el dorso de una de las cruces: “Con este signo vencerás al enemigo, con este signo defenderás lo justo”. Atendiendo a ello, esa cruz es el símbolo de nuestra derrota.




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