Blo

< P'atrás  |   P'alantre >


Leganés y Mieres

2009 / 03 / 10 - La Nueva España

Leganés y Mieres

Luis Montes tiene una historia que contar. Puedes no estar de acuerdo. Pero es un gran contador de historias. Estuvo en Mieres. Llegó, vio y venció. Un auditorio con más de trescientas personas. Esto, en la periferia de la periferia, es un éxito. Sólo se recuerdan llenos similares en determinadas conferencias de las antiguas Jornadas Internacionales de Montaña. Cuando Cecilia Buil, que vuelve este año, consiguió cuatrocientos cincuenta espectadores. Poca gente tiene esa capacidad de convocatoria.

Recordaba una historia de Alexander Solyenitzin. Del Archipiélago Gulag. Estalinismo en estado puro. El 11 de marzo de 2005 llega a trabajar como todas las mañanas. Es coordinador de urgencias del Hospital Severo Ochoa de Leganés. Un profesional de reconocido prestigio entre sus compañeros. Aún no sabe que es el protagonista de todos los telediarios. Que se le acusa de cuatrocientas muertes.

Tiempo después, Luis Montes fue absuelto. Como infame mayor del reino quedó Manuel Lamela. De aquella consejero de sanidad de la Comunidad de Madrid. Pelotillero mayor del reino de Esperanza Aguirre. Todo un personaje. Cuando vio que las cosas le iban medio mal a la Espe fue el primero que apoyó públicamente a Mariano Rajoy. Hasta el extremo que se lo barajó en la prensa como número dos del partido. Menos mal que Rajoy no es tan tonto y María Dolores de Cospedal tiene más agarraderas.

Se acabó la conferencia. El autor firmaba ejemplares de su libro. Estoy echando un pitu fuera. Barullo a la salida. Me voy acercando a la acera. Pasa un conocido. De Mieres, de tola vida. Es abogado. Lo que tampoco dice mucho a su favor. También Manuel Lamela lo es. Para en seco en mitad de la acera. Me dice sin más preámbulos: “Es un verdadera vergüenza que le deis cancha al Doctor Muerte”. Lo conozco más que de sobra. Le contesto medio en inglés: “Bussines is bussines. Lleno completo y vendió cien libros”. “¡Tendría que prohibirse!”, se anima a subirme la voz. A lo que le contesto, riéndome y dando la última calada: “Es que tu eres un estalinista y yo un liberal”. “¡Lo que me faltaba por oír!”. Dio media vuelta y se fue. Marcando el paso de la oca.

Cuando uno piensa en lo insondable de la estupidez humana seguro que no piensa en alguien de Mieres. Pues hágalo. También los tenemos en casa. Gracias a Dios no gobiernan. Pero ya se sabe: los caminos del Señor son inescrutables. En Madrid siguen.




<< Volver al llistáu